Una Iglesia llena del poder del Espíritu Santo, que conoce y vive la Escritura (Santa Biblia), que predica con fervor el Evangelio, que descubre y usa los dones que Dios le ha concedido, que está en constante crecimiento, y en la que cada uno de sus miembros es feliz porque experimenta una relación viva y personal con Jesucristo.

viernes, 22 de abril de 2011

Viernes 22 de Abril de 2011


Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: —Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa. Juan 19:25-27 (NVI)


En todo el horror y agonía de la crucifixión de Jesús, he aquí uno de los momentos más tiernos de la historia. A su madre le dijo “Mujer – he aquí tu hijo.” A Juan le dijo “He aquí a tu madre”. Algunos eruditos destacan que los soldados Romanos permitían que la familia se acercara a aquel que era crucificado si no habían recibido orden en contrario. La cruz en donde estaba Jesús medía unos diez pies de alto, aún a poca distancia, podría haberse perfectamente comunicado.


El Jesús amante, cariñoso, amable, justo al último momento de su vida, extendió su mano a aquellos heridos o vulnerables. Parte del mandamiento de “Honra a tu padre y tu madre” incluía el proveer para ellos aún en su vejez. La María forjada a la manera Judía era totalmente dependiente (para sus futuras necesidades) de su hijo mayor – quien ahora estaba muriendo en una cruz. Jesús quería asegurarse que alguien cuidara de su madre – alguien en quien él confiaba. Jesús nos dio el ejemplo de nuestro cuidado final por los demás. Reflexione en quién haya sido la persona que más se haya preocupado por usted en la jornada de su vida.


Hace unos años, fui bendecido de la forma más generosa por mi doctor – y su familia. Me habían diagnosticado cáncer de próstata, y se había determinado que podía recibir tratamiento. Pocos meses después, sin embargo, fui diagnosticado con cáncer en los huesos, y todo mi mundo empezó a desmoronarse. Fue en ese momento, que mi médico, el Dr. José Moreno, mi urólogo, me aseguró, una y otra vez lo siguiente, “Usted va a estar bien.” Sí, necesitaba dichas palabras de ánimo, pero era seguro que no creía en ellas. Lo que no sabía yo era que él había ido con su esposa Debbie, y la había incluído a ella y a sus tres niños, Ben, William y Charlotte (de edades entre 5 a 13 años en ese entonces) para que fueran compañeros de oración junto conmigo y que a la vez oraran por mí. Una familia Católica hizo un compromiso de orar por un paciente y amigo – Bautista!!! - Y así fue por todo un año que estos tres niños oraban por mí cada mañana antes de ir a la escuela. ¡¡Ellos, junto a otros compañeros de oración, fueron pieza instrumental para ayudarme a recibir las fantásticas noticias en Mayo de que el cáncer en los huesos había sido un diagnóstico errado!! Luego oraron conmigo mientras pasaba yo por un tratamiento de radiación, y oraron justo hasta Navidad del año 2003 – momento en el cual su amable y amoroso padre/médico me anunciara, con una sonrisa en el rostro, ¡que estaba finalmente libre de cáncer! Ellos mostraron por el ejemplo el cuidado de Jesús por la familia y los amigos. Siempre estaré agradecido de ellos, y de Jesús.


Oración: Jesús, gracias por tu cuidado, y por el cuidado recibido por la familia y los amigos. Amén.


Preguntas:
1. ¿Quién lo designaría a usted como su cuidador “Número Uno?
2. ¿Quién necesita de su toque de cuidado hoy?

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