Una Iglesia llena del poder del Espíritu Santo, que conoce y vive la Escritura (Santa Biblia), que predica con fervor el Evangelio, que descubre y usa los dones que Dios le ha concedido, que está en constante crecimiento, y en la que cada uno de sus miembros es feliz porque experimenta una relación viva y personal con Jesucristo.

lunes, 14 de julio de 2008

TU DESIERTO PARTE II

¿Para que nos lleva Dios al desierto?

1) Para humillarnos. En este periodo recordamos quiénes somos y quien es Dios. Se nos humilla haciéndonos pasar por el desierto, nos hace más dependientes de Dios. Otros notan nuestra situación y es humillante admitir que pasamos por tiempos de aflicción. El mundo nos ha ensenado a evitar toda humillación, pero Dios sabe que lo más grande que podemos tener es humildad constante. La humildad es buena, el orgullo es el que debemos temer.

2) Para ponernos a prueba. El nos permite estar en situaciones que revelan como es nuestro carácter. Bajo presión sale lo que está dentro de nosotros. La prueba revela a Dios y a nosotros nuestras debilidades y fortalezas. Dios quiere arreglar nuestras fallas en el taller. Es mejor arreglarlas aquí que en el camino. Solo en el desierto sabemos que hay dentro de nuestro corazón. Al enfrentar situaciones que nos disgustan, cuando somos privados de algo o cuando las cosas están fuera de control, nos sorprenderá lo que se manifiesta. ¿Cómo responderemos? Puede ser de mil maneras, desde sintiéndonos incómodos, con enojo, con quejas, culpando a todo mundo por nuestra situación. Cuanto más orgullo tenemos, más difícil es ver lo que sale de nuestro corazón. Con orgullo negamos actitudes, emociones y reacciones que emergen. Con humildad aceptamos lo que vemos y trataremos con ello responsablemente.

QUE HACER EN EL DESIERTO

  • Agradezca verdaderamente al Señor por mostrarle lo que está en su corazón
  • Arrepentirse y pedir perdón por cualquier pecado o motivo. Pedir a otros que lo perdonen
  • Buscar la ayuda de Dios para vencer y crear nuevos hábitos y actitudes nuevas
  • Resistir al enemigo
  • Nunca negar que se está pasando por un desierto
  • No se sienta condenado por lo que afloro durante el desierto
  • Gracias, Dios por mostrarme lo que hay en mi corazón.
Todos pasamos por desiertos para ver si guardamos o no los mandamientos de Dios. Es allí donde perdemos la oportunidad, es allí donde caemos. Si tenemos tendencia a ciertos pecados es fácil irse por el camino equivocado. En el desierto es cuando seremos tentados a abdicar, a fracasar, a pecar y a apartarnos de la voluntad de Dios. No tienes cobertura espiritual, es un asunto entre tú y Dios. Dios nos hace pasar por estos tiempos no para fracasar, sino para prevalecer. El desierto es el mejor lugar para crecer. Si permanecemos fieles, obedientes, guardando sus mandamientos en las pruebas, superaremos esta situación. Si continuamos obedeciéndole en tiempos difíciles estamos realmente consagrados. Si no guardamos sus mandamientos en el desierto no estaremos verdaderamente consagrados. No deberíamos nunca permitir que el enemigo nos obligue a salir de la escuela del desierto.